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Voz de poder capítulo 11

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 22 del 2024

Capítulo once


Todo a mi rededor era oscuridad y dolor. Un sonido distante penetró aquella sensación, pero luché por entenderlo a través del pitido en mis oídos. Luego la presión aplastante en mis piernas disminuyó y una luz atravesó mis ojos. Parpadeé, tenía demasiado dolor que no podía moverme o siquiera hablar.

—¡La encontré! ¡Las encontré a ambas! —gritó una voz, y un momento después una neblina fría se presionó contra mi piel, penetrándola.

—¡Aaaah! —Cerré los ojos, desplomándome con alivio ante la reducción del dolor.

—No te muevas —dijo una voz vagamente familiar, antes de que la neblina fría volviera a inundarme.

Algo crujió en mi pierna y en mi pecho, y jadeé, aunque en realidad no dolió.

—Quédate quieta —me advirtió otra vez la voz. Abrí los ojos para ver que era Acacia, que estaba inclinada sobre mí—. Solo necesito ejecutar una más —Rasgó un pergamino largo y una tercera capa de neblina se posó sobre mí.

Intenté alejar mi mente de la sensación trituradora que me embargaba, mirando a mi alrededor.

—¿Jocasta? ¿Ella…?

—Le fue un poco mejor que a ti —Acacia me sonrió—. Ya le di la composición para el dolor, pero voy a ir a terminar de curarla —Se detuvo y se volvió a verme—. Solo recuerda tomarte las cosas con calma. Puedes estar sana, pero tu cuerpo aun estará en shock.

Asentí y me senté, encogiéndome cuando mi cabeza dio vueltas por el movimiento repentino. Jocasta estaba en el suelo, boca abajo, su rostro estaba pálido y un charco de sangre se acumulaba alrededor de su brazo izquierdo. Me mordí el labio y me recordé que Acacia había dicho que estaría bien. La sanadora de túnica purpura se inclinó sobre ella y seleccionó un pergamino. El corte sanó frente a mis ojos, el brazo regresó a su color y forma habitual, excepto por los restos de manchas rojas que había en él.

—Disculpa —dijo una nueva voz, y levanté la mirada para descubrir a un hombre que no reconocí, mirándome con cierta incomodidad. Vestía una túnica de un atractivo color durazno, y tardé varios minutos en ubicar el color. Los creadores. ¿De dónde había salido?

—Disculpa —repitió—, ¿crees que puedas hacerte a un lado?

—Oh

Me coloqué de pie, balanceándome por un momento cuando mi cabeza volvió a girar. Ahora que miraba bien a mi alrededor, podía ver que muchos de los trozos más grandes de piedra habían sido removidos, pero el lugar aún se veía como si una demolición estuviera en progreso.

Me abrí paso entre los trozos dispersados de piedra y muebles rotos, hasta que pasé por un agujero que antes había sido la pared que dividía la habitación de la biblioteca principal. Varios libros y pergaminos estaban esparcidos por el suelo, la mayoría de ellos rasgados. Me mordí el labio al verlos, aunque parecía que solo dos de las secciones de estantes habían sido dañadas.

Solo dos. Negué con la cabeza. Estaba comenzando a pensar como ellos. Hasta hace poco eso hubiera descrito más libros de los que hubiera visto antes, o imaginado. Me volví para observar al creador seleccionar un gran número de pergaminos que estaban en el interior de su túnica naranja, murmuró para sí mismo mientras los arregló en una hilera sobre una piedra frente a él.

Tan pronto como Acacia salió, soportando el peso de Jocasta sobre su hombro, comenzó a romperlos con una rápida sucesión. A medida que observaba asombrada, los muebles se reformaron, las piedras volaron en el aire y se volvieron a unir en bloques cuadrados, y los libros se repararon a sí mismos en su totalidad.

—¿Cómo está haciendo eso? —susurré.

—Con una gran cantidad de estudio y habilidad —dijo una voz junto a mí. Rápidamente me giré para ver a Lorcan mirando la reconstrucción—. Debemos estar agradecidos de que tan experimentado miembro de la disciplina creadora estuviera visitando hoy la Academia.

Me mordí el labio, mirando entre el director de la Academia y la destrucción que había desatado. ¿Había venido a decirme que había fallado? ¿Qué si no podía ejercer control, entonces el general Thaddeus tenía razón sobre mí?

—Asumo que intentaste componer.

Me sobresalté ante la pregunta de Lorcan, ya que él no había apartado su mirada del trabajo del creador.

—Sí —logré decir luego de un momento de silencio—. Solo una sujeción simple. Pero no logré escribir más de una palabra —Quería defenderme, pero no había nada que decir. Había hecho todo tal cual Jocasta me había instruido, y no había funcionado. No había más en ello que eso.

—Interesante. No sentí nada de control en ello. A diferencia de tu obra anterior.

—Esa no fue una composición mal ejecutada —dijo la familiar voz mordaz de Jocasta. Su tono me alivió a pesar de sus palabras. Para hablar así, de seguro debía haberse recuperado por completo de lo que sea que había hecho.

Lorcan se giró para mirarla.

—Debo confesar que se sintió igual para mí. Esa fue la explosión descontrolada de una sin-sangre intentando escribir.

Jocasta asintió.

—Sí que lo fue. Y como dijo, apenas había logrado escribir una palabra. Elena no tiene más control sobre el poder de la palabra escrita de lo que tiene cualquier otro sin-sangre.

Mi mirada viajó entre ellos. Entonces esto era. Me declararían un fraude y… ¿qué? ¿Me enviarían a casa? ¿Me ejecutarían? ¿Me encerrarían?

—Jessamine querrá saber sobre esto —dijo Lorcan, sus ojos adquirieron una apariencia distante—. El rompecabezas se vuelve cada vez más interesante. ¿Esto descarta la posibilidad de tener un ancestro mago? ¿O podría ser que las generaciones intermedias mutaron el poder de tal manera que…?

—Disculpe —interrumpí, sin poder soportar el suspenso—. ¿Qué significa eso? ¿Para mí? ¿Voy a ser… expulsada?

—¿Expulsada? —Lorcan parecía realmente sorprendido—. Desde luego que no, aunque estoy seguro que Jessamine se alegraría de ser así. Te agarraría y metería en la universidad antes de que alguno de nosotros pudiera parpadear. De hecho, estoy seguro que en cualquier momento estaré recibiendo su visita. No hay forma que no haya sentido eso, y estará muriéndose de ganas por saber si eras tú.

Negó con la cabeza.

—Tampoco me sorprendería que Phyllida nos hiciera una visita sorpresa. Así que será mejor que vaya a prepararme —Comenzó a alejarse—. Tal vez Jessamine tendrá algunas ideas sobre la pregunta de… —De repente se interrumpió como si recordara que estaba tras él y se volvió a verme.

—Por supuesto debes refrenarte de volver a escribir en el futuro —Sonrió con ironía—, por el bien de todos nosotros. Parece que tu anterior uso de poder no fue simplemente una pequeña aberración en un mago normal con un origen que es más bien inusual —. Sacudió la cabeza con asombro—. No, tú eres algo completamente nuevo.

Una vez más se perdió en sus propios pensamientos antes de volver a levantar la vista de manera abrupta.

—Lo que significa que debes considerarte bajo las mismas restricciones que todos los sin-sangre: ¡Nada de escritura! —Avanzó un paso y luego se detuvo una vez más—. Aunque, por supuesto, puedes continuar con la lectura. No tiene sentido intentar detener eso ahora, y tienes mucho estudio por delante. Te dejaré en las capaces manos de Jocasta —Y con eso, salió rápidamente de la biblioteca.

Parpadeé, mirando por varios segundos la entrada vacía.

—Así es…

—¿Qué si siempre es así cuando afronta alguna estimulación intelectual nueva y emocionante? —dijo Jocasta completando mi frase—. Sí, y Jessamine es aún peor. Estoy segura que tiene razón sobre ella apareciéndose por aquí en poco tiempo, y entonces los dos estarán debatiendo por horas.

Me volví a verla despacio.

—Lo siento, Jocasta. Realmente lo siento, no quise…

—Por supuesto que no quisiste hacerlo —Su brusca voz desechó mi disculpa—. Debí haber estado preparada en vez de confiar en que lo harías. Debí haber colocado alguna clase de escudo.

—¿Puedes hacer eso? —No pude impedir que el asombro se escuchara en mi voz.

Las comisuras de su boca se elevaron.

—Puede que me tome toda una página el hacerlo, pero me atrevo a decir que podría haber logrado algo apto —Observó el final de la reconstrucción—. Supongo que solo podemos estar felices de que al menos, de cierta forma eres como una maga joven y no una sin-sangre.

Le lancé una mirada confundida.

—Tu estallido fue mucho menos destructivo de lo que podría haber sido. Como los accidentes que ocurren de vez en cuando con nuestros niños antes de que cumplan dieciséis y desarrollen el control necesario. Gracias a los cielos que Acacia estaba disponible.

Asentí con fervor al escuchar eso mientras Jocasta me observaba pensativa.

—Esperaba ponerte al día con tu clase de composición, pero desde luego, eso será imposible ahora. Tu lectura aún necesita trabajo —Me dio una mirada conocedora—. Un montón de trabajo. Pero si queremos llegar a la raíz de tu poder, supongo que también necesitaras al menos cierto conocimiento práctico de composición.

Se pasó una mano manchada de sangre por sus ojos.

—A partir de mañana, puedes volver a tu clase.

Abrí mi boca para protestar, pero ella me interrumpió.

—Por supuesto, no para que participes. Mientras estés allí no tocaras una pluma, no sea que atraigas a los grises sobre nuestras cabezas. Pero puedes escuchar y aprender. Y te asignaré algo de lectura para que continúes practicando —Entrecerró los ojos, mirándome—. Creo que merezco recuperar mis tardes, ¿no?

No pude hacer nada más que asentir, mis ojos fijos en el rojo que aun manchaba su ropa y cuerpo.

—Oh, relájate, niña —dijo, su voz sonaba malhumorada—. Fui sanada por completo. Ahora márchate.

—¡Elena! ¿Qué sucedió? —Córalie me abordó tan pronto como aparecí en el comedor.

Negué con la cabeza, pero ella se agarró de mi brazo y era evidente que no tenía intención de soltarme hasta que tuviera toda la historia. Me acomodé en mi asiento habitual y miré alrededor. Por lo general nos sentábamos solas a la mesa, pero esta vez las siguientes dos mesas también estaban vacían. E incluso la mesa correspondiente a la nuestra de la siguiente hilera.

—Escuchamos una explosión —dijo Córalie sin respirar—. Y estaban diciendo que tú… pero les dije que tú nunca…

Asentí miserablemente.

—Espera. ¿Tú lo hiciste? —Me miró fijamente. Subí los hombros hasta mis orejas y llené mi plato tan rápido como pude—. Y, ¿qué pasó? —Soltó un suspiro exasperado cuando seguí sin decir nada—. Vamos, chica Elena. ¡Usa tus palabras!

La miré rápidamente, con la conmoción mostrándose en mi cara. Ella puso los ojos en blanco.

—No así. ¡Solo quería decir que hables conmigo!

Suspiré y miré a mi alrededor antes de hablar en voz baja.

—Lo que pasó es que usé mis palabras. Intenté componer por primera vez, ¿de acuerdo? Apenas escribí una de las palabras dominantes y la habitación explotó.

Córalie se echó hacia atrás, por una vez estaba demasiado sorprendida para hablar.

—Así que supongo que todos tienen razón. No tengo control, y soy un peligro.

—Pero, ¿te dejarán quedarte? —Miró frenéticamente alrededor como si esperara que los grises irrumpieran en el comedor y me llevaran lejos.

—Al parecer. Al menos por ahora. Lorcan pareció encontrar todo el asunto más que nada intrigante.

Mis ojos se fijaron en el príncipe mientras entraba en la habitación. Su mirada me encontró rápidamente, clavándose en la mía como no lo había hecho en semanas. Sus pasos flaquearon por un breve instante antes de seguir caminando para sentarse junto a Calix. Su mirada había sido acusadora. ¿Se arrepentía de haberme defendido ante los miembros del consejo? Pero también había habido algo más acechando allí. Una mirada que decía que era un rompecabezas que no podía descifrar.

—Entonces… ¿qué significa eso? —preguntó Córalie, ajena al momento que acababa de pasar entre Lucas y yo.

—Significa que después de todo soy una sin-sangre normal —Apuñalé con el tenedor la comida que estaba frente a mí.

Córalie resopló.

—Bueno, quizás no del todo normal —suspiré—. Pero no habrá escritura para mí.

Los otros aprendices se habían acostumbrado a mi presencia durante las semanas que había pasado en la Academia, pero este nuevo incidente hizo que los susurros comenzaran a seguirme de nuevo. Excepto que esta vez nadie se inclinó para mirar, en su lugar todos retrocedían, dejando una gran franja de espacio a mi alrededor donde quiera que iba.

Durante las clases de combate, un amplio espacio nos separaba a Córalie y a mí de las demás parejas, y cuando corríamos ya no iba en medio del grupo debido a que incluso los más lentos hacían lo mejor que podían para evitarme. Los ignoré a todos, recordándome una y otra vez que no era un peligro para nadie. Siempre y cuando no intentara escribir, no habría más explosiones.

Esperaba.

Y desde que Thorton había incluido los bastones a nuestros ejercicios de parejas, era mucho más fácil distraerme de lo que hubiera sido sino era así. Con un arma dentro del juego, me sentí una vez más como una idiota sin entrenar, todo mi progreso con los golpes sin armas se fue en un instante.

Pero ninguna distracción ayudó cuando me paré fuera del salón de composición. Natalya y Lavinia pasaron junto a mí mientras vacilaba, ambas me lanzaron miradas horrorizadas al hacerlo. De camino a clase había tenido que pasar por la biblioteca para recoger el material de lectura de Jocasta, así que estaba sola y sin duda sería la última en entrar. Pero la campana sonaría en cualquier momento, así que quedarme allí solo causaría más problemas.

Respirando profundo, fingí tener una confianza que no sentía y entré con pasos largos en el aula. Mis ojos se clavaron en Córalie, y me ubiqué en el asiento junto a ella antes de analizar el resto de la habitación.

A diferencia de antes, donde solo las primeras dos filas de mesas habían estado ocupadas, los estudiantes se habían reubicado por si solos. Al igual que antes la mesa que compartía con Córalie estaba en la segunda columna de escritorios, en la segunda fila de atrás. Pero ahora todos los de la fila de adelante se habían movido a la cuarta columna de escritorios al otro lado de la habitación. Y Weston, a falta de una mesa más en esa columna, estaba sentado en la tercera columna de la última fila. En otras palabras, todos se habían ubicado tan lejos de mi como era posible.

Me mordí el labio, y bajé la mirada a mi escritorio, dispuesta a no sonrojarme. Un murmullo de susurros había acogido mi llegada, pero cuando Redmond se ubicó en la parte delantera de la habitación, Natalya habló más fuerte.

—¿Es realmente seguro que estemos con ella en un espacio cerrado? —Colocó las manos sobre sus caderas—. Se supone que la Academia es un lugar para aquellos con control —Entrecerró los ojos y me fulminó con la mirada.

No pude evitar reaccionar ante su tono, mi espalda se enderezó y le regresé la mirada. Esto en realidad no era sobre lo que había sucedido en la biblioteca. Ella ni siquiera había considerado en darme una oportunidad.

Redmond volvió lentamente su mirada de ella a mí, la especulación brillaba en sus ojos. ¿Qué tanto quería deshacerse de mí? ¿Lo suficiente para desafiar a Lorcan?

Pero antes de que pudiera hablar, la puerta se abrió, y entonces recordé que aún faltaba un estudiante.

El príncipe entró en la habitación, esta vez sus pasos no flaquearon, aunque con una mirada analizó la situación. Por un breve momento el silencio descendió sobre el lugar mientras doce pares de ojos lo observaban. Mientras se acomodaba en su anterior asiento, directamente al otro lado del delgado pasillo, no mostró ninguna señal de ser consciente de nuestro interés.

Un jadeó audible salió de Natalya antes de que Lavinia agarrara su brazo y la aquietara. Redmond observó a Lucas por otro segundo y luego se aclaró la garganta para comenzar con la lección. Un murmullo se escuchó entre los alumnos, pero nadie protestó. Me escurrí en mi asiento mientras Redmond hablaba sin cesar.

Mirando de reojo al príncipe, examiné su rostro. Daba la apariencia de estar escuchando con atención a nuestro instructor. Una vez más había apaciguado el enojo y la amenaza dirigida a mí, y esta vez con solo su presencia. ¿Había sabido a lo que estaba entrando? ¿Había escuchado las palabras de Natalya desde el otro lado de la puerta?

Y si lo había hecho, ¿qué significaba? ¿Qué a pesar de lo que había hecho, la realeza continuaba apoyando a Lorcan? ¿Qué en verdad me permitirían quedarme, al menos por ahora?

Me tomó un largo tiempo poder concentrarme en la lección, y aun cuando lo hice, poco de eso tenía sentido para mí. No era una sorpresa que los demás aprendices ya hubieran pasado las palabras dominantes. Miré sin pensar el libro que aun apretaba en mi mano. Había estado tan concentrada en la clase que se avecinaba que no lo había mirado bien cuando Jocasta me lo entregó, pero ahora intenté descifrar las palabras.

LAS. Aquella palabra me era familiar y era fácil de leer. B-A-S-E-S. La enuncié en mi cabeza. Bases. Bueno, gracias a los cielos por eso. Claramente necesitaba lo básico. DE. LA. Otras palabras fáciles. La siguiente era larga, pero era una familiar ya que Jocasta y yo la habíamos repasado muchas veces. COMPOSICIÓN.

Mis manos sostuvieron con más fuerza el encuadernado de cuero. «Gracias, Jocasta», susurré en mi mente. Me prometí que sin importar lo cansada que me sintiera, dedicaría todo mi tiempo libre a intentar comprender las palabras dentro del tomo. De alguna manera me pondría al día. Puede que no pudiera participar, pero al menos encontraría una manera de entender.

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