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Voz de poder capítulo 10

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 18 de enero del 2024

Capítulo diez


Pronto me di cuenta de mi error. Claramente me quedaba un largo camino por recorrer para poder desbloquear cualquier gran misterio.

Observé con gran entusiasmo cómo Jocasta colocaba primero su pluma en el pergamino, pero nada sucedió, excepto que líneas negras aparecieron donde había presionado la punta contra el papel. Miré alrededor de la habitación, preguntándome si no había notado algo.

—Elena.

Volví a mirarla. Puso los ojos en blanco.

—Estos son pergaminos preparados para la escritura normal —Señaló una línea de palabras que ya estaba escrita en la parte superior de la página—. Ves. Nada va a pasar.

—No lo entiendo. Escribir libera poder. Acabas de escribir. Algo debió haber pasado.

Suspiró y murmuró para sí misma.

—Continúo olvidando lo básico —Levantó la vista hacia mí y preguntó—: ¿Cómo crees que los magos evitan que el poder se esparza de manera inintencionada antes de que su composición esté completa?

Parpadeé.

—No lo sé. Nunca he visto a un mago trabajar en una composición. ¿Pero que no es ese el punto?, ¿qué ellos tienen control? Son los únicos que lo tienen.

—Sí, nosotros tenemos la habilidad de controlar el poder, pero aun necesitamos aprender cómo ejercerlo. Necesitamos sujetar cada composición. Lo primero que aprende cualquier aprendiz cuando comienza a estudiar composición es a componer las palabras dominantes. Esas palabras contienen el poder hasta que toda la composición ha sido escrita, luego es completada con las palabras «finalizar dominio». Ellas liberan el poder, asegurando que la obra tome la forma deseada y no solo fluya en las primeras palabras.

Me mordisqueé el labio. Eso en realidad tenía sentido, y explicaba lo que Redmond había estado hablando en clase. Los otros aprendices habían comenzado con las palabras dominantes. Mis ojos viajaron a la línea escrita a lo largo de la parte superior del pergamino de Jocasta.

—Redmond dijo algo de expandirla. La sujeción. Para que de esa manera el pergamino pudiera ser usado para la escritura regular. ¿Es eso lo que esto es? —Señalé la línea de palabras.

Jocasta asintió. Me sentí contenta conmigo misma, pero ella no dio ninguna señal de aprobación.

—Seguramente es la más simple de las composiciones, una expansión de las palabras dominantes básicas. En este caso, el propósito de la composición en sí, es sujetar el pergamino de manera permanente. Hacer que sea seguro escribir en él —Hizo un gesto hacia la puerta tras ella—. ¿Cómo crees que tenemos libros y pergaminos? Cualquier mago que se inscribe en la disciplina de los creadores pasa grandes periodos de su primer año en las imprentas, preparando el papel para los libros. Una especie de formación.

Las comisuras de su boca se elevaron.

—En cuanto al resto de nosotros, preparamos nuestros propios pergaminos a medida que los necesitamos. Así es como los niños magos aprenden a escribir antes de que su control se haya consolidado a la edad de dieciséis. Sus padres preparan el pergamino por ellos.

Bajé mi mirada a la mesa, apretando mis manos en puños. ¿Entonces cualquiera podía escribir? ¿Sin liberar un poder descontrolado? ¿Todo lo que se requería era uno de estos pergaminos? Por un momento, mi visión se nubló.

—Entonces, ¿cómo es que no se nos enseña a todos a escribir usando tales pergaminos? —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera controlarlas.

Jocasta juntó las cejas, frunciendo el ceño. Me observó en silencio mientras intentaba controlar mi respiración.

—Somos muy pocos —dijo por fin.

—¿Qué? —Levanté mi mirada hacia ella.

—Hay muy pocos magos. Tendríamos que pasar todo el día creando pergaminos seguros y libros. Y entonces, ¿quién sanaría o construiría o se aseguraría que los cultivos crecieran? ¿Quién nos defendería contra los magos de Kállorwey? E incluso si pudiéramos hacer todo eso y también hacer suficientes pergaminos seguros, sería demasiado peligroso.

—¿Qué quieres decir? —Mi respiración aún era irregular, la ira me animaba.

—Es la misma razón por la que no se les permite aprender a leer a los sin-sangre —dijo, sonando objetiva—. La lectura en sí no conlleva ningún peligro, y mejoraría en gran medida las vidas de muchos. Entonces, ¿por qué no se enseña?

Me miró fijamente, y me obligué a respirar lento y profundo. Sabía la respuesta de eso. Lo aprendíamos en la escuela.

—Porque leer lleva a escribir. Si un común aprende como leer, habrá mucha tentación para escribir algo. Solo una vez. O habrá casos de escritura accidental, trazar una palabra sin pensar, ese tipo de cosas.

—Exacto —Jocasta asintió—, y un error de un sin-sangre puede demoler toda una aldea… Ardann no puede correr el riesgo de que incluso uno en mil, cometa un error, aunque sea solo una vez en sus vidas. ¿Cuán peor sería si también se le enseñara a escribir a todos? Un momento de distracción, un desliz de mano en la superficie incorrecta —Negó con la cabeza—. No, todos estamos más seguros de esta manera.

—Pero solo algunos de nosotros soportan la carga de ello —mascullé. Pero las palabras fueron demasiado suaves para que ella las escuchara, eso o escogió ignorarlas.

Tragué e intenté volver mi mente a la lección. Sabía que esta era la forma en que funcionaba mi mundo. No había nada nuevo allí, ninguna verdadera sorpresa, pero aun así seguía quemándome en el interior.

Jocasta escribió una serie de letras, con un espacio entre cada una. No parecían como las palabras que ya estaban escritas en la parte superior de la página, la mayoría de ellas formadas por una agrupación de múltiples letras. Cuando terminó, me pasó el pergamino.

—Esta es una lista de las letras que usamos. Cuando se arreglan en diferentes combinaciones, forman palabras. Lo llamamos el alfabeto. Necesitarás aprender primero esto.

—Creo que va a pasar mucho tiempo antes de que pueda volver a unirme a la clase de composición —le dije con tristeza a Córalie durante el desayuno de la mañana siguiente. Al igual que en las demás comidas, estábamos sentadas solas en una de las mesas de los de primer año. Al menos hoy había logrado salir de la cama a la primera campanada y bajar al comedor a tiempo para comer antes de clase.

—Jocasta es severa, pero es buena —dijo Córalie con la boca llena de huevo—. Si pasas toda la tarde con ella, estarás leyendo y escribiendo en poco tiempo.

—Eso si primero supero combate —gemí y coloqué mi cabeza sobre la mesa.

Córalie palmeó mi espalda.

—Ya, ya. Sobrevivirás. Estoy bastante segura que Thornton no te dejará emparejarte de nuevo con Weston, luego que tuvo que intervenir ayer. Y yo también intentaré deshacerme de Araminta más rápido la próxima vez. Ella solo estaba aterrada de terminar con Weston, pobrecita.

Levanté mi cabeza y noté el mismo brillo especulativo en sus ojos que había estado en su mirada durante la cena de anoche.

—Oh, adelante —dije con un suspiro—. Lo que sea que es, solo pregúntame.

Córalie rebotó en su asiento, sus ojos brillaron.

—Lucas desapareció en mitad de la clase de composición. Un criado vino por él, y cuando regresó se veía muy… pensativo. O algo así, no soy la mejor leyendo sus expresiones. Pero escuché a uno de los aprendices mayores decir que vieron llegar a la mitad del consejo. Y luego alguien más dijo que tenía algo que ver contigo.

Me clavó una mirada expectante.

—¿Había una pregunta allí? —pregunté débilmente.

Puso los ojos en blanco y volvió a darme la misma mirada expectante.

—Bien —Suspiré de nuevo—. Sí, me mandaron a salir de la biblioteca para ser probada. La directora de la universidad estaba allí, y también el general Thaddeus, y los jefes del cuerpo de seguridad y de los buscadores.

—Aaah —dijo—. Los rojos y los grises. Entonces iban en serio.

Me masajeé la cabeza y bajé mi tono de voz.

—Por supuesto que iban en serio, Córalie. Hice una composición mágica con una sola palabra hablada. Yo. Una sin-sangre, como dicen todos ustedes. Nada de eso tiene sentido, y no tengo idea de cómo lo hice, ni idea de si podré volverlo a hacer alguna vez. Y solo estoy esperando que alguien me expulse. O que arreste a mi familia, o algo. ¡Y no tengo idea de por qué está sucediendo nada de esto!

Me mordí el labio y me tapé los ojos con las manos. No había tenido la intención de estallar. Córalie palmeó mi espalda otra vez hasta que la miré por entre mis dedos. Sus ojos estaban muy abiertos.

—Entonces, ¿van a hacerlo?

—¿Hacer qué?

—¿Expulsarte?

Gemí.

—No, al parecer no. Quizás ejecutarme, pero al parecer no me expulsaran.

—¡Ejecutarte!

Dejé caer mis hombros.

—Al parecer estoy a salvo por ahora. Algo sobre los Callinos convenciendo a los Ellington y anulando a los Stantorn y Devoras.

Córalie asintió como si mis palabras fueran completamente entendibles.

—Eso tiene sentido. Te dije que esos Stantorn son un grupo malo —Una mirada de consternación apareció en su rostro—. Excepto por la reina, desde luego. No me refería a ella. O a la princesa. O a Lucas.

—Detente —le dije con amabilidad—, antes de que sea peor.

Gimió y luego se rió.

—Mi madre siempre está diciéndome que piense antes de hablar, pero eso es tan lento.

Esta vez fui yo la que se rió. Podía identificarme con eso, aunque en mi caso era hablar cuando debía guardar silencio y decirle la cosa incorrecta a la persona incorrecta, mientras que en Córalie parecía ser el resultado de un interminable flujo de palabras. Mi diversión se esfumó abruptamente cuando Córalie agarró mi brazo.

—¡Somos casi las últimas aquí! Será mejor que nos apresuremos.

Miré alrededor y me di cuenta que tenía razón. Los otros aprendices habían desaparecido mientras estábamos absortas en nuestra conversación. Corrimos juntas por el comedor y salimos del edificio, serpenteando alrededor de él hacia las áreas traseras de entrenamiento. Durante todo el camino Córalie me bombardeó con preguntas hasta que le di un recuento completo de mi prueba.

—¡Guau, eso es increíble! —dijo—. Desearía solo poder hablar una composición. Imagínate cuan sencillo sería.

Le lancé una mirada cargada de significado y ella se rió.

—Quizás tienes razón, eso podría ser un poco peligroso.

—¿Un poco? —Negué con la cabeza—. Alégrate de no vivir con miedo de un día abrir tu boca y hacer explotar la Academia.

Ella solo puso los ojos en blanco.

—¡No seas tan dramática! No hiciste explotar nada la última vez, ¿o sí? Hay una razón por la que nos arriesgamos a enseñar a nuestros niños como leer y escribir antes de los dieciséis. Incluso si cometen un error y escriben algo en el lugar incorrecto, no tiene un resultado tan desastroso. Siempre hay alguna medida de control. Y obviamente tu eres igual —Se detuvo—, pero desde luego, diferente. Puedo ver por qué Lorcan y la duquesa Jessamine están tan fascinados contigo.

—Gracias —gruñí—, pero preferiría que se interesaran en alguien más.

—Alguien está gruñona esta mañana —dijo, empujándome suavemente con el hombro—. No es tan malo. Lucas te defendió, ¿no? Eso tiene que contar para algo.

—Él no me defendió. Defendió el valor que hay al estudiarme. No es lo mismo.

Córalie desechó mis objeciones con la mano.

—Sigue siendo el príncipe.

Le dirigí una mirada poco impresionada y ella continuó.

—Créeme, hubo mucho jubilo escondido entre nuestros compañeros cuando salieron las noticias sobre… —Frunció el ceño—. Sigo olvidando que no sabes nada.

Chillé y ella me sonrió.

—Bueno, no nada que importe. Es así: todos nos conocemos entre sí. Aun si no vivimos en la capital. Todos hemos estado aquí para diversas celebraciones o reuniones, así que todos tomamos la oportunidad de averiguar sobre nuestros compañeros. En la Academia todo es más informal que en la corte, así que los años que pasamos aquí son la oportunidad de hacer las conexiones que nos servirán más adelante en la vida. En especial para aquellos que provienen de una familia menor como la mía.

Se detuvo por un breve momento para respirar antes de apresurarse a continuar, intentando decir tantas palabras como fuera posible antes de que llegáramos a nuestro patio de entrenamiento.

—Se supone que debes empezar la Academia el otoño luego de tu cumpleaños número dieciséis. Pero Lucas ya tiene diecisiete. Se suponía que debía estar un año más arriba que nosotros, solo que, en ese entonces, la familia real tuvo la oportunidad de mandar esa delegación al imperio Sekali, el año pasado.

Recordaba vagamente algo sobre una delegación ardanniana enviada a nuestro vasto vecino norteño, pero no conocía ninguno de los detalles. Solo había escuchado sobre ella porque la invitación era demasiado inusual. Por lo general el imperio no mostraba ningún interés en los asuntos de Ardann o de Kállorwey. Córalie se apresuró, sin molestarse en detenerse a explicar.

—Por supuesto ellos no querían arriesgarse enviando a la princesa heredera Lucienne, ya que es la heredera al trono y todo eso. ¿Quién sabe lo que esos sekalies podrían hacer? Pero no podían ofenderlos enviando una delegación sin un solo miembro de la familia real. Así que Lucas fue. Lo que significó que no pudo empezar la Academia hasta este año. Nuestro año.

Movió la cabeza con incredulidad.

—Lo que quiere decir que podemos llamarlo Lucas y pasar tiempo con él todos los días durante cuatro años. Desde luego, no tengo muchas esperanzas de volverme la mejor amiga de un príncipe, pero estoy bastante segura que al menos Natalya y Lavinia, se ven a sí mismas como princesas algún día. Y estoy segura que Calix y Weston también están esperando utilizar la oportunidad. Bueno, en realidad probablemente lo esperan todos. Si son honestos.

Sus palabras fueron interrumpidas de abrupto cuando llegamos al patio y saltamos la cerca para entrar justo cuando la campana sonó. En verdad necesitábamos mejorar en este asunto de correr para llegar a tiempo. Thornton nos observó con desaprobación, pero no dijo nada, en su lugar nos ordenó correr a todos, y con placer salí corriendo, contenta por la oportunidad de estirar mis piernas.

Pronto varios aprendices altos me pasaron, y los dejé avanzar sin intentar aumentar mi propio paso, acomodándome en la parte de atrás del grupo. Desde aquí podía observar a la mayoría, recién armada con la información que le había sacado a Córalie la noche anterior.

La alta y elegante Dariela —la Ellington que Córalie predijo que lideraría la clase— lideraba el grupo. De acuerdo a Córalie, los Ellington en general eran amigables, pero por lo que había podido ver, Dariela parecía ser alguien completamente fría. Y no solo hacia mí. Weston mantenía su paso, pero ninguno de ellos se miraba o hablaba.

Cerca de ellos había un grupo de tres, que ocasionalmente bromeaba entre sí. Al parecer Natalya y Calix eran mellizos, aunque no lo adivinarías con mirarlos, siendo Natalya tan oscura y Calix tan claro. Eran la hija y el hijo del general Griffith de Devoras, el jefe de las fuerzas armadas. Lo que significaba que escasamente buscaría su compañía, aun sí ambos no me lanzaban miradas venenosas con cada oportunidad que tenían.

Su sombra era Lavinia, la prima de Weston y otra Stantorn. Y al parecer la mejor amiga de Natalya.

Tras ellos corrían los dos primos Callinos: Azafrán y Finnian. Se parecían, su conexión familiar era clara y sus pieles de color dorada oscura los señalaban como norteños. Aún no había oído a Azafrán hablar, a pesar que Finnian continuaba lanzándole bromas lo que ocasionalmente hacía que ella sonriera.

Lo que solo dejaba un aprendiz más en el grupo frente a mí. A pesar de todas mis intenciones, mis ojos permanecían en el príncipe. Lucas corría con zancadas fáciles y dada su figura alta y musculosa, sospechaba que podría haber adelantado a Dariela y a Weston si lo deseaba. No obstante, parecía contento con correr en medio de la multitud.

Mientras mis ojos permanecían en su espalda, no puede evitar que mi mente repasara las nuevas revelaciones. Incluso aquí, en el ambiente relajado de la Academia, los instructores le daban una deferencia especial. Y lo había visto silenciar una habitación llena de los más poderosos y experimentados magos del reino.

Pero las palabras de Córalie resonaban en mis oídos. ¿Quién sabe lo que podrían hacer esos sekalies? Y dada esa incertidumbre, la familia del príncipe había decidido que él era a quien enviarían. El prescindible. Tal vez no había habido elección. Ninguna otra opción. Aunque parecía increíble que la familia de magos más poderosos en la tierra —gobernantes de todo un reino—, estuviera sin opciones. Pero no sabía nada sobre las limitaciones de la realeza, y Córalie dijo que alguien tenía que ir.

Muy a mi pesar sentí una punzada de compasión. Sabía lo que era tener una familia forzada por las circunstancias a verte como el más prescindible. Aquel que valía la pena arriesgar. Y no me gustaba aquel sentimiento de compañerismo. No con un príncipe arrogante que no había conocido nada más que privilegios y poder durante toda su vida. Que nunca había visto a su hermana menor luchar por respirar o que no se había despedido de su hermano mayor, sabiendo que era posible que no lo viera en años. Un príncipe que nunca había tenido la oportunidad de ser algo más en la vida que un soldado analfabeto, y luego —si tenía suerte— un comerciante.

No, no tenía nada en común con un príncipe.

Continué mi revisión mental de mis compañeros de primer año. Los tres restantes —los tres provenientes de familias menores— corrían detrás de mí. En el caso de Córalie era por estar intentando apoyar a Araminta con una constante oleada de palabras alentadoras. Por otro lado, Clarence era el más alto de los aprendices de primer año y debía habernos estado liderando a todos, pero el pálido tono de su piel insinuaba que no estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo en el exterior y su respiración sonaba forzada.

«Bueno, eso hace que haya una cosa en la que no soy la peor de la clase». Negué con la cabeza ante mi propia estupidez. Escasamente iba a ganarme un lugar aquí corriendo vueltas.

Y tan pronto como nos ordenaron volver a emparejarnos, eso no pudo haber sido más obvio. Córalie se las arregló para escabullirse de Araminta, dejando que la chica se emparejara con Clarence. Ambos parecían resignados ante la perspectiva, pese a hacer una pareja extraña, el más alto y la más baja de la clase.

Pero tan pronto los ejercicios de pelea comenzaron, fue obvio que ambos tenían más experiencia y entrenamiento que yo. Córalie mantuvo una oleada de instrucciones susurradas casi constante, guardando silencio solo cuando Thornton se cernía sobre nosotras. Mientras él miraba obtuve varios moretones, y Córalie hacia un gesto de disculpa cada vez que uno de sus golpes aterrizaba en mí.

Sin embargo, para el final de la sesión, en realidad pensé que había progresado. Desde luego, fue gracias a su ayuda. Aunque eso no quería decir que hubiera logrado asestarle un golpe, pero al menos no sentí la necesidad de visitar a Acacia.

—Estaría perdida aquí sin ti —le dije mientras regresábamos al edificio para almorzar.

Se sonrojó.

—Oh, estoy segura de que habrías encontrado la manera de hacerlo.

Pero pude ver que mis palabras la habían complacido. Cuando le sonreí amablemente, se rió y me dio un empujoncito en el hombro.

—Además, puedes decir composiciones. Un día tú serás la más poderosa y distinguida de todos nosotros, y podré llegar a decir que era tu mejor amiga en la Academia.

—Más como mi única amiga.

—Sólo dales tiempo. Ellos lo verán.

Natalya y Lavinia pasaron junto a nosotras.

—No puedo creer que siga aquí —le dijo Natalya en voz muy alta a su amiga—. Sigo esperando que alguien admita que toda la situación fue alguna clase de broma.

Lavinia asintió, mirándome de reojo.

—No puede hacer nada. Ciertamente no me parece alguna clase de sin-sangre prodigiosa.

Córalie arrugó la nariz cuando ellas desaparecieron más adelante.

—Bueno, algunos de ellos.

—Sabes que no tengo idea de cómo hice esa obra, ¿verdad? —le pregunté—. En ese momento ni siquiera podía leer, mucho menos componer.

—Ya lo descubrirás —dijo, llena de confianza en mí, más de la que yo sentía en mi misma.

Sin embargo, durante los siguientes días nada pareció corroborar su declaración. No sentí ni la más ligera agitación de poder dentro de mí, y el progreso de mi alfabetización se sentía tan lento que era doloroso. Luego de mi prueba, casi había esperado una manada de magos con túnica negra siguiéndome a todos lados, observando cada movimiento que hacía, pero parecía que todos habían decidido que por ahora no debía hacer nada más que concentrarme en mi lectura y escritura.

El séptimo día de cada semana estaba diseñado como un día de descanso, sin clases, y había estado esperando ansiosamente el descanso. Pero Jocasta pronto me iluminó.

—No tendrás combate así que podremos trabajar toda la mañana al igual que toda la tarde.

Cuando gemí, me dirigió una mirada cortante.

—No es así como quiero pasar mi día de descanso, Elena. Esperaría que al menos mostraras algo de motivación para aprender.

Luego de eso me tragué mi desaliento y redoblé mis esfuerzos. Desde luego, ella tenía razón. Quería aprender a leer. Pero era difícil mantener el entusiasmo cuando, en vez de leer libros, estaba recitando el alfabeto o enunciando una lista de palabras simples como gato. Al menos tendría un día libre de las miradas reprobadoras de Thornton y de los golpes arrepentidos de Córalie.

Algo por lo que estuve realmente agradecida cuando de repente me encontré enfrentando a Dariela en vez de a Córalie en la última lección de combate de la semana. La chica alta no hizo ningún esfuerzo adicional para infligirme dolor, como Weston había hecho, pero tampoco suavizó sus golpes como lo hacía Córalie. Tampoco me susurró instrucciones, así que tuve que observar a las demás parejas para averiguar qué era lo que debía estar haciendo. Con mi atención dividida, apenas me sorprendí de estar cubierta de moretones al final de la lección.

Dariela solo suspiró y se marchó tan pronto como nos lo permitieron, durante todo ese tiempo ni una sola vez dijo una palabra.

Córalie intentó convencerme de visitar a Acacia pero me resistí. Tal vez los moretones me recordarían de esforzarme más y de prestar más atención, porque incluso si nunca iba a ser una maga, aun había una buena probabilidad de que terminara siendo un soldado. Debería estar agradecida por la oportunidad de poder aprender estas habilidades.

Sin embargo, luego de dormir una noche con dolor, recibí con gusto los suspiros y las miradas impacientes de Jocasta sobre las miradas fulminantes de Thorton y sus incomprensibles instrucciones. Al menos los moretones tendrían un poco más de tiempo para desaparecer antes de que se agregaran nuevos a sus números.

No obstante, para el final del día ya no estaba tan segura. Mi cerebro se sentía como si hubiera sido sacado de mi cabeza y luego lo hubieran pisoteado, ni siquiera pude reunir la energía suficiente para preguntarle a Córalie como había estado su día. Por suerte ella no necesitó que le preguntaran y habló animadamente durante toda la cena sobre su visita a uno de los mercados de la ciudad. Al parecer su familia aún estaba en la capital, luego de haber viajado desde Ábalene para dejarla en la Academia.

Deseé poder pedirle que contratara un mensajero por mí la próxima vez que saliera, pero aún no tenía el dinero para pagar por el mensaje, ni la forma de adquirirlo. Phyllida, la jefa de los buscadores, dijo que había visitado a mi familia por sí misma. ¿Les había dado alguna noticia de mí? ¿Al menos les había asegurado que estaba viva?

¿Estaría Clementine aterrorizada? ¿Pensaría que, después de todo, tendría que enlistarse? Pero, esa noche, mientras estaba acostada en la cama, supe que lo más probable era que mi dulce hermanita estuviera aterrorizada por mí. Y aunque no podía enviarle un mensaje, podía esforzarme y hacer todo lo posible por encajar aquí. Por probarle a esta gente que tenía control, que no era un peligro. Solo necesitaba que me dejaran quedarme hasta que cumpliera dieciocho y pudiera enlistarme.

Pero antes de poder comenzar a aprender como componer igual que ellos, y con control, tenía que aprender a leer y a escribir.

Y así trabajé más duro que nunca: agotándome, tanto física como mentalmente, hasta el punto que no podía hacer nada más que colapsar en mi cama luego de la cena, noche tras noche. Hasta que finalmente llegó el día cuando Jocasta anunció que mi caligrafía era legible y que tenía suficiente comprensión.

—Y ya era hora —murmuró—. Tengo otras obligaciones, ¿sabes?

Estaba demasiado eufórica para desanimarme por su actitud. Lo logré. No podía leer todas las palabras y mi deletreo era atroz, pero me aseguraron que con tiempo y práctica mejoraría en ambos.

—Y por ahora, solo intentarás las composiciones de sujeción simple. Las que puedes copiar —explicó Jocasta.

Apenas podía sostener la pluma en mi mano por la emoción. No me importaba que tan simple fuera la obra. Por fin tendría la oportunidad de probar mi valía. De probar que no era un peligro, o una amenaza, o incluso de que no era solo una indescriptible estúpida, como la mayoría de mis compañeros parecían seguir pensando.

Presioné con firmeza la pluma contra el pergamino sin marcar, mientras escuchaba con atención las palabras de Jocasta.

—A medida que comienzas a formar las palabras, sentirás el poder aumentar a tu alrededor. Escribe con rapidez esa primera frase. La que has estado practicando en la hoja segura. Tan pronto como la completes, deberías sentir que la presión del poder disminuye. Aun estará allí, pero manteniéndose en su lugar en vez de aumentar. Bueno, aun estará aumentando, pero no estará presionando para intentar liberarse.

Asentí y esperé ver si tenía algo más que decir.

—Bueno, adelante —dijo—. Permanecer allí sentada no logrará nada.

Respiré profundo y formé la primera letra. Tal y como dijo, sentí pulsar una oleada de poder semejante a la que había sentido hace tantas noches, frente a la tienda de mis padres. Mi mano se apresuró a formar el resto de las letras que conformaban la frase corta, pero apenas había terminado la primera palabra cuando el poder explotó por todos lados y la habitación se derrumbó a nuestro alrededor.

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