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Voz de poder capítulo 16

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 31 de marzo del 2024

Capítulo dieciséis


Lucas se recostó de medio lado contra el barandal, encarándome. Sus ojos estaban fijos en mi cara. ¿Cuánto tiempo había estado observándome?

Retrocedí de un salto, solo mis manos permanecieron contra la barandilla de piedra. Apreté de manera convulsiva mi agarre sobre ella.

—¿Viniste aquí para decirme que me vaya? —Hice un gesto alrededor del balcón desierto—. Ya capté el mensaje.

Lucas suspiró.

—¿Siempre eres tan agresiva? ¿O es solo conmigo?

—¿Siempre eres tan grosero? ¿O es solo conmigo?

Su mirada se apartó de la mía, y se frotó la cara con una mano.

—No debería haber salido a aquí —murmuró.

—No, seguramente no —Me obligué a volver a reclinarme contra el barandal y miré hacia las estrellas—. Alguien podría vernos y pensar que estás fraternizando conmigo por elección.

Para mi sorpresa Lucas se rió entre dientes ante eso.

—Y supongo que tendrían razón. Al menos no creo que nadie me haya forzado a salir aquí.

Me giré para verlo.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

Pese a todos mis esfuerzos, mis nervios aun tamborileaban en mi interior por todas las confrontaciones de antes, y no tenían la energía para lidiar con otra. Si tan solo él regresara adentro y me dejara sola.

Pero la intensidad que había en sus ojos me capturó, las líneas de su cuerpo de repente parecían tensas e inquietas, a pesar de su postura relajada.

—No lo sé con exactitud —Hizo una pausa—. Supongo que quería saber porque estás aquí.

—Bueno, al principio de esta noche habría dicho que fue porque me invitaste, pero ahora sé que no fue así.

Quería marcharme furiosa lejos del balcón, pero incluso con Lucas aquí, este refugio parecía ser más seguro que la multitud que me aguardaba adentro. Además, una pequeña parte de mí quería escuchar su respuesta, quería saber que excusa —si es que había una— intentaría darme por su rudeza.

—No, no habría sido tan tonto —dijo, apartando por fin su mirada de la mía para ver hacia la noche—. Desearía saber quién le mencionó a mi madre esto.

Me mordí el labio y examiné su rostro mientras él miraba detenidamente hacia otro lado. Así que había sido la reina Verena quien me invitó. ¿Por qué? ¿Cómo una cuestión de protocolo porque oficialmente era parte del curso de Lucas? ¿O era porque todo el tiempo estuvo planeando pedir una demostración? Una demostración que yo fallé en ejecutar. Pero, en ese caso, ¿por qué no simplemente visitaba la Academia?

—Bueno, lamento haber arruinado tu preciosa celebración de cumpleaños con mi presencia de baja cuna y mi inadecuado vestido.

Su mirada voló hacia la mía antes de bajarla para observar mi vestido. Un leve tinte coloreó sus mejillas, y una vez más apartó la mirada.

—Hablaba en serio cuando lo dije antes, Elena. Luces encantadora, y ciertamente no me avergüenzas, si eso es lo que estás pensando.

Puse los ojos en blanco, intentando esconder el hecho de que era yo la que estaba avergonzada. Sabía que no estaba a su altura. No esta noche cuando de pies a cabeza era el príncipe.

—Su sinceridad estuvo, oh, tan clara, su alteza.

—Bienvenida al mundo de la corte, Elena. La insinceridad en un juego en el que participamos, y hay muchos ojos observándonos jugarlo esta noche —Me miró fijamente—. Pero, ¿qué te hace pensar que mi falta de sinceridad estaba dirigida a ti?

Esta vez yo aparté la mirada, sin poder sostener la suya. ¿A qué estaba jugando ahora?

—Mira, realmente no hay necesidad de que estés aquí afuera —dije—. Ya entendí tu mensaje, fuerte y claro.

Lucas frunció el ceño.

—¿Qué mensaje?

—Los generales. Tu madre. Lo entiendo. No pertenezco aquí. No puedo componer, no tengo control. No soy una de ustedes. Puedes estar seguro de que no volveré a la corte.

Aún estaba frunciendo el ceño, pero cuando dije esa última frase su rostro se iluminó.

—¿Es una promesa?

Mis manos apretaron una vez más la barandilla, y me tragué mi respuesta instintiva. Lucas podría hacer que me retractara de mis palabras en un arrebato de enojo, pero en esta ocasión controlaría mi lengua, porque no tenía ninguna intención de regresar aquí nunca.

—Eso ciertamente haría las cosas mucho más fáciles para mí —dijo en voz baja cuando no respondí—. No creo que mientras estés de un humor agradable, puedas prometer limitarte por completo a estar solo en la Academia, ¿o sí?

Lo fulminé con la mirada.

—¿Estás intentando que acceda voluntariamente a ser una prisionera, Lucas? Porque no puedo decir que esté inclinada a seguirte la corriente.

—No —Dejó salir un suave sonido de frustración—. Estoy intentando mantenerte…

Esperé, pero no continuó.

—¿Mantenerme qué? ¿Bajo control? ¿Fuera de tu vista? ¿Encerrada? ¿Qué estás intentando hacer, Lucas?

Cerró los ojos.

—Solo estoy intentando mantener a todos a salvo. No sé porque estás tan decidida a impedírmelo.

Respiré profundo.

—Una vez. Solo perdí el control una vez, y nunca volveré a tocar una pluma de nuevo. Yo nunca…

Lucas negó con la cabeza.

—No quise decir…

Una vez más esperé y una vez más no continuó.

—Mira, si puedes convencer a Lorcan de que me deje ir, regresaré a mi casa en un parpadeo. Saldré de tu vida para siempre.

—¿Qué…? —Comenzó, y ahora eran sus manos las que agarraban con fuerza la piedra frente a nosotros.

Observé los músculos de sus brazos tensarse, sus nudillos volverse blancos, e intenté pretender que su presencia aquí, en la semioscuridad, no me afectaba. Cualquiera que fuera el encantamiento que me arrojó en el primer momento que lo vi, aún tenía poder sobre mí, sin importar la actitud que había tenido desde entonces. Deseé poder tomar la espada decorativa que estaba junto a su cintura y poder usarla para liberarme de él.

—Eso no es… Eso sería desastroso —Se trabó con sus palabras—. Elena, esa es una idea terrible.

—Sí, de alguna manera pensé que así sería como todos se sentirían —Suspiré—. Nadie me quiere aquí y aun así tampoco puedo irme. Es un dilema, ¿no lo crees?

Lucas no dijo nada, así que murmuré para mí misma:

—Es solo por otro año.

—¿Un año? —Rápidamente se volvió a mirarme—. ¿Qué quieres decir con eso?

Me encogí de hombros. No sentía ninguna responsabilidad de explicarle los requerimientos de la conscripción. El hecho de que no lo entendiera solo era otra señal del vasto e infranqueable abismo que había entre nosotros. Entre todos los comunes y los magos.

—Elena —Se alejó del barandal con un empujón, y dio un paso hacia adelante, tomándome de los hombros—, no puedes irte de la Academia.

La calidez de sus dedos me quemaba a través de la delgada tela de mi vestido, sus ojos ardían con la misma intensidad.

—No voy a ir a ningún lado —dije—. Por ahora.

Gimió.

—¡Elena! ¿Por qué nunca puedes hacer lo que es mejor para ti? ¿Por qué no puedes morderte la lengua de vez en cuando?

Por alguna razón una risita creció en mi interior.

—Ahora suenas como mi madre.

Lucas gimió de nuevo y retrocedió.

—Excelente —Pero mientras me miraba, una pequeña sonrisa cruzó su rostro—. Solo puedo imaginarme los problemas que le causaste.

Puse los ojos en blanco y volví mi mirada hacia las estrellas.

—Parece que nací para causarle problemas a todos.

—No, al parecer naciste para ser algo completamente único.

Lo miré por el rabillo de mi ojo y lo descubrí observándome con una mirada pensativa y calculadora.

—Vuelve adentro, Lucas —dije en voz baja—, antes de que alguien note que te fuiste y venga a buscarte.

Algo sombrío cruzó su rostro y entonces su máscara de la corte regresó. Me dio una media reverencia.

—Muy bien. Si lo deseas.

Se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo justo fuera del balcón para volverse a verme, aun sostenía la cortina en su mano.

—Elena…

Lo que sea que hubiera estado a punto de decir fue ahogado por un fuerte retumbar y un chasquido agudo. Divisé la expresión sorprendida de su rostro mientras una sensación familiar me inundó, y luego el balcón se sacudió, la piedra bajo mis pies ondeó y toda la estructura colapsó. Caí entre los trozos de mármol.

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