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Voz de poder capítulo 18

Ilustración del mapa por Rebecca E Paavo

Publicado el 31 de marzo del 2024

Capítulo dieciocho


A todos los aprendices les dieron libre el día después de la celebración de mitad de invierno. Muchos habían pasado la noche con sus familias, lo que causó que solo un pequeño grupo de nosotros estuviera presente en el desayuno. Lucas no apareció. ¿Había regresado al palacio y a la celebración luego de nuestra conversación?

Estuve tentada a preguntarle a Córalie, pero en vez de eso me recordé que no me importaba lo que él hizo. Mi amiga había bailado hasta altas horas de la madrugada y apenas había bajado a tiempo para servirse un plato de comida antes de que lo recogieran.

Su agotamiento me salvó de su infinita cadena de preguntas, las cuales sin duda alguna llegarían pronto; no obstante, usé su distracción con la comida para escabullirme lo más pronto posible. Tenía planes para mi día libre.

Cuando empujé las puertas dobles, descubrí que era la única estudiante que se había apresurado a venir a la biblioteca durante el día libre. Lo que iba perfecto con mis planes, siempre y cuando el director de la biblioteca no se hubiera tomado también el día.

No obstante, cuando llamé a la puerta de la oficina de Walden, se escuchó un soñoliento «entre».

—Ah, Elena, debí haber sabido que eras tú —Hizo un gesto para que me sentara en la silla frente a su escritorio—. ¿Cómo te sientes esta mañana? ¿Estás completamente recuperada?

Ignoré sus preguntas, estaba demasiado inquieta para participar en una charla trivial. Me incliné hacia delante en mi silla, mis manos rebotaban contra mis rodillas.

—Lucas no me salvó, Walden.

El director parpadeó varias veces y frunció el ceño.

—Lo siento, no lo…

—Anoche. Cuando el balcón colapsó. Lucas no me salvó. Me salvé yo —No le mencioné el poder que había sentido cuando se derrumbó. Ellos ya parecían tener una noción sobre eso, y justo ahora estaba demasiado concentrada en mi propia habilidad como para querer retrasar el hablar sobre ello.

—Tú… —Walden parpadeó de nuevo, y se inclinó sobre su escritorio—, ¿tú te salvaste? Con una composición. ¿Verbal?

Le lancé una mirada exasperada.

—No, con una escrita que tenía guardada conmigo. ¡Por supuesto que con una verbal!

Ninguno de los otros instructores hubiera apreciado mi sarcasmo, pero él solo se rió entre dientes.

—Pero, Elena, esas son increíbles noticias. ¿Por qué no nos dijiste anoche?

—Ninguno de ustedes preguntó —Volví a recostarme contra mi silla e intenté no lucir como una niña pequeña malhumorada.

Walden sacudió la cabeza.

—No, no lo hicimos. Al parecer fue nuestro error, pero tienes que decirme todo. Todo.

Y eso hice.

—Quiero intentarlo de nuevo —dije cuando terminé—, pero quiero que levantes un escudo primero.

Walden sonrió.

—Una idea sabia.

Duró un momento hurgando entre su escritorio antes de sacar un pequeño pedazo de pergamino que rápidamente rompió por la mitad. Una oleada de poder pasó volando a nuestro alrededor, asentándose en un círculo con mi silla en el centro de él.

—Eso debería servirnos —dijo.

Sin embargo, diez minutos después me desplomé en mi silla.

—Lamento haberte hecho desperdiciar una de tus composiciones. Esto no es diferente de todos los otros intentos.

—No te rindas aún —dijo, dándose golpecitos en los labios con el dedo—. Repasémoslo de nuevo. Cada pensamiento, cada palabra, cada acción.

—Bueno, estaba cayendo en picada por el aire con un montón de fragmentos gigantes de piedra. Así que no recuerdo todo con tanta precisión.

Walden sonrió.

—Hazlo mejor que puedas.

Lo repetí todo de nuevo, esta vez considerando exactamente qué había pasado por mi mente mientras el suelo se derrumbaba.

—Entonces pensaste en esa composición estándar de escudo, y luego dijiste tu propia composición. Pero no eran las mismas palabras… —murmuró para sí mientras consideraba todo desde cada ángulo.

Me enderecé en la silla.

—Espera. Tienes razón. Pensé las palabras que había visto escritas para esa composición. Hace tan solo dos días estuve observando a Córalie escribirlas. Pude ver las palabras en mi mente, y luego las dije.

Frunció el ceño, mirándome.

—Pero dijiste que solo pronunciaste una palabra.

—Sí —Me mordí el labio mientras pensaba sobre ello—. No dije todas las palabras, pero sí la que vi.

—Pero, ¿qué hay de la otra vez? En tu aldea. Estamos buscando similitudes, y en ese entonces ni siquiera podías leer.

—No, no podía… —Entrecerré mis ojos—, pero vi algo. Algo impreso que un mago había dejado caer. Un… ¿un despacho o algo así? No estoy segura de cómo llamarlo. ¿Eso te suena algo familiar?

—¿Un despacho? —Walden me lanzó una mirada curiosa—. Eso suena más a que era una de esas páginas de noticias que algunas disciplinas insisten en circular cuando se alteran por uno u otro problema.

—¿Hay muchas de ellas? ¿Podré encontrar las de hace tiempo en algún lado?

—Aquí en la biblioteca guardamos copias de todas con fin de mantener un registro.

Me erguí.

—¿Sabes cuales pudo haber tenido consigo un mago al inicio del otoño?

Walden se colocó de pie despacio, su expresión era confundida pero curiosa.

—Espera aquí.

Se marchó por varios minutos y cuando regresó, solo tenía tres pedazos de pergamino en sus manos. Se los arrebaté antes de que incluso pudiera intentar pasármelos y escaneé las hojas.

Dejé caer la primera al piso, pero la segunda la sostuve con una mano temblorosa.

—Mira esto —Rápidamente la coloqué frente al rostro de Walden.

Me agarró la muñeca, estabilizando mi mano lo suficiente para poder examinar con atención el papel.

—Para mí se ve como una página común anti-Kállorwey. De vez en cuando las fuerzas armadas sienten que el entusiasmo por el conflicto está menguando y dispersan cosas como esa. ¿Qué tiene que ver eso contigo?

—En ese entonces no podía leer. No estoy segura, pero mira lo que dice la primera línea.

Le pegué con la mano, señalándola, antes de darme cuenta de que no debía tener ningún sentido lo que decía. Me obligué a respirar profundo y a hablar más despacio.

—Es posible que recuerdes que los hombres que atacaron la tienda de mi familia estaban enojados porque creían que los magos habían dejado un escrito cuando se marcharon. Bueno, era cierto. Lo hicieron. Una de estas. Un niño pequeño la encontró y pudo haber acarreado el desastre para toda la aldea, pero por suerte alguien mayor se tropezó con el niño antes de que algún daño fuera hecho —Lo miré—. Y yo también estaba allí. Por supuesto que lo quemamos de inmediato. Pero antes logré divisarlo brevemente. Ya que en esa época no podía leer, no significó mucho para mí, pero creo que este debe ser el escrito. Se ve similar al de mis recuerdos. Y más importante, mira la primera línea.

Una vez más lo extendí hacia él.



¡ALTO a la agresión kallorwéniana!



El título en negrita capturaba de inmediato la atención, al igual que había sucedido en ese entonces, cuando no podía entenderlo.

—Las vi —dije—. Vi las letras en mi mente antes que les ordenara a los hombres detenerse. ¡Y mira lo que dice!

Walden se meció en sus talones con los ojos bien abiertos.

—Y anoche tu imaginaste la composición de tu amiga y dijiste una de sus palabras. Esto es extraordinario. Nunca pensé… cuando no podías leer…

—Tenemos que intentarlo —Me levanté, y comprobé que aun pudiera sentir la ligera presión de su escudo a mi alrededor.

—¿Debería escribir algo para ti? ¿Qué debería escribir? —Walden casi zumbaba de la emoción, mientras regresaba tras su escritorio.

No obstante, no necesitaba que me escribiera algo. Fácilmente podía visualizar algo simple sin una ayuda escrita. Así que tan pronto salió del círculo del escudo, di un paso adelante, el capullo de su poder me siguió y envolvió la taza de té medio llena que estaba sobre el costado de su escritorio. Mirándola, recreé la imagen de una sola palabra en mi mente.

—¡Hierve! —Tuve que resistir el impulso de señalar dramáticamente la taza.

Una oleada de poder llenó el aire a mi alrededor, clavándose en cada esquina del espacio encerrado por el escudo. Cuando alcanzó la taza, todo el objeto se fragmentó con un estridente chasquido, té hirviendo salió volando hacia el techo y cayó salpicándome.

Jadeé, aliviada que las gotas solo hubieran caído en mis brazos donde mis mangas largas me protegieron del ardor. Levanté la mirada, observando con culpa el líquido que goteaba del techo, y luego miré los fragmentos de la taza.

Aunque no pude evitar que una sonrisa apareciera en mi rostro.

—Lo hice. En verdad lo hice. Descubrí como controlar mi habilidad.

Walden soltó una pequeña risa.

—El control es algo en lo que necesitamos trabajar.

No obstante, cuando rápidamente levanté mi mirada hacia él, vi que estaba sonriendo.

—Bien hecho, Elena. En efecto, muy bien hecho.

—Obviamente tienes un nivel innato de control —dijo Walden mientras ubicaba otra taza de té viejo medio llena en una mesa auxiliar, y la movía al centro del piso—. De lo contrario ese intento habría terminado en desastre, con todos los líquidos dentro del escudo hirviendo —Levantó la vista para clavarme una mirada severa—, incluyendo tu sangre.

Tragué mientras continuó.

—Pero eso es algo que ya habíamos visto en tus otras dos obras. Por lo general, un control como ese sin entrenamiento indica que es un mago muy poderoso, pero en tu caso no tenemos forma de saber si solamente es una consecuencia de la manera que tu habilidad se manifiesta. Por supuesto con una única muestra, difícilmente tenemos la capacidad de ejecutar cualquier prueba significativa en el sujeto…

Su voz se apagó hasta ser murmullos indescifrables, algo que a veces hacía cuando se distraía por alguna idea técnica. Me aclaré la garganta, y levantó la mirada, sobresaltado.

—Ah, sí —sonrió—. Nuestra prueba.

Continuamos haciendo eso todo el día. Resultó que, a pesar de sus murmuraciones sobre grandes cantidades de control, mis composiciones funcionaban casi igual que las de mis compañeros. Si quería dirigir el poder de forma adecuada, necesitaba ser específica, y para ser específica tenía que dominar un conjunto de palabras dominantes que mantendrían el poder en su lugar hasta que hubiera dicho toda la composición.

Solo que resultó ser mucho más difícil visualizar adecuadamente las palabras antes de decirlas cuando estaba intentando pronunciar frases, sin mencionar pasajes completos. Para el final del día estaba totalmente exhausta y no había logrado nada más complicado que hervir con éxito el té que sobraba de mi sexta taza.

—Todos hablan como si las composiciones verbales fueran la clave para todo —dije, mirando con malhumor el vapor que salía del líquido—, pero no me parece algo muy práctico. Un mago normal puede desatar una composición guardada en el espacio de tiempo de un segundo, sin embargo, ¿cómo se supone que lo haga cuando tengo que decir frase tras frase? Y además tengo que pensar todo eso de inmediato. ¡Difícilmente puedo almacenarlas con antelación! Mucho me va a servir esta habilidad la próxima vez que alguien decida tirarme de un edificio.

Walden levantó la vista rápidamente, mirándome, pero luego sacudió la cabeza.

—Dale tiempo, querida. Hiciste estupendos progresos por un día.

Intenté sonreír, pero salió torcida. Quería recuperar la emoción que sentí al comenzar el día, pero el agotamiento me desalentaba. Mi cabeza se sentía nublada, y una fuerte presión que me hacía doler la cabeza tras una de mis sienes estaba aumentando rápidamente.

Tenía la esperanza de haber avanzado más para este momento. Porque, aunque sabía que ya había tenido éxito con dos obras compuestas de afán, entender los peligros de ello cambiaba todo. No creo volver a atreverme a componer con una sola palabra. Además, acechando en el fondo de mi mente estaba el conocimiento de que alguien simplemente había intentado matarme. O seguramente a Lucas, pero esa idea solo era algo más reconfortante debido a que vivía y estudiaba con él todos los días. Y si él era el objetivo, quien quiera que lo hizo claramente no se había preocupado por llevarme con él.

Pensé que, si podía desbloquear mis poderes, estaría a salvo, pero resultó ser mucho más complicado que eso.

—Qué sorpresa —murmuré para mí misma—, debí haberlo sabido.

Cuando la campana para la cena sonó, salí a trompicones de la oficina de Walden, sintiéndome extenuada. Me detuve en la puerta para agradecerle por su esfuerzo —después de todo, había renunciado a su día por mí—, y me dio una suave palmadita en el hombro.

—Elena… —Hizo una pausa y entonces solo sacudió la cabeza—. Descansa un poco. Te lo mereces.

Descansar sonaba como una buena idea, pero mi estómago tenía otras prioridades.

—¡Allí estás! —Córalie se abalanzó sobre mí tan pronto mis pies me llevaron al comedor sin que yo prestara atención a donde iba—. He estado buscándote por todos lados —Parecía haberse recuperado del agotamiento que tuvo antes.

—Estaba con Walden —El director de la biblioteca había ordenado que trajeran nuestros almuerzos a su oficina, por lo que no había visto a Córalie desde el desayuno.

Puso los ojos en blanco.

—¿Todo el día? Es feriado, Elena, no se supone que te pases el día estudiando.

Solo me encogí de hombros como respuesta y llené mi plato. Me observó con ojos entrecerrados, así que me apresuré a hacerle una pregunta, esperando distraerla.

—¿Cómo estuvo el resto de la fiesta anoche?

Juntó las manos y sus ojos brillaron.

—Total y completamente increíble. Bailé y bailé, y comí y comí. Y caminé por los jardines en compañía de mi pareja de baile más agradable. Es un estudiante de la universidad —Soltó una risilla—, y puede que le haya dejado robarme un beso.

Reprimí un gemido. Con suerte este no era el comienzo de un nuevo encaprichamiento como los que las chicas de Kíngslee solían tener. De esos que requerían que sus amigas escucharan un sinfín de enumeraciones de las virtudes de su encaprichamiento junto con otro sinfín de especulaciones sobre cuán interesado podía estar él.

—Su nombre es Edmond —añadió.

El nombre rozó algo en mi memoria.

—Espera, puede que en realidad lo conozca. ¿Era alto y parecía más un aprendiz don juan que un académico?

—¡Es él! —Córalie se aferró a mi brazo—. ¿Tu hermano lo conoce? La próxima vez que veas a Jasper, ¿puedes preguntarle por mí? Me refiero a si Edmond ha dicho algo.

—Mi hermano está en Kíngslee, ¿recuerdas?

—Pero, ¿cuándo regrese?

Asentí con reticencia. Dudaba que para cuando mi hermano regresara este Edmond aun estuviera hablando sobre una de sus parejas de baile en la celebración de mitad de invierno, si es que para empezar eran amigos lo que no estaba segura de ello. Y no me gustaba la idea de ser la portadora de malas noticias, pero tampoco podía negarme a tan sincera suplica.

Córalie tomó varios bocados de comida, luciendo satisfecha con mi respuesta poco entusiasta, hasta que de repente se volvió contra mí, apuñalando el aire con el tenedor de manera acusadora.

—¡No creas que puedes distraerme! ¡Estuviste parada en un balcón que colapsó! Quiero escucharlo todo —Bajó la voz, mirando nuestro alrededor hacia las mesas que estaban considerablemente más llenas de lo que estuvieron al desayuno—. Todos estuvieron hablando de lo viejo que es el palacio, y lo afortunado que era que Lucas estuviera cerca para prevenir el desastre, pero no creo que se les haya escapado a ciertas personas que debiste haber estado afuera, en ese balcón, a solas con Lucas —Me lanzó una mirada significativa y mis pensamientos de inmediato volaron hacia los dos generales cerniéndose sobre mí, con la reina y la princesa a sus costados.

Sin embargo, la mirada de Córalie se dirigió con elocuencia hacia la mesa donde Lucas estaba sentado con los mellizos, los primos Stantorn, Lavinia y Weston, y la brillante pero distante Dariela. Mi corazón se ralentizo hasta volver a su ritmo normal. Si era a ellos a los que se refería, entonces en lo que a mí concernía, podían pensar lo que quisieran.

En especial desde que ni Lucas ni yo nos habíamos esforzado en ocultar nuestro desdén por el otro. No podía imaginarme a ninguno de los que estaban sentados en esa mesa albergando preocupaciones por mucho tiempo sobre el príncipe y yo. No cuando cada uno de ellos claramente pensaba que no era digna de su preciosa Academia o de interactuar con sus importantes presencias mágicas.

Tenía personas más peligrosas de las que preocuparme, y no solo de ellas. Luego de mi descubrimiento, mi mente había estado plagada completamente con una nueva preocupación. Después de estar todo el día componiendo y obligándome a visualizar mis palabras, seguía viendo letras bailar frente a mis ojos. Un fenómeno peligroso al que tenía que descubrir cómo controlar antes de que terminara diciendo sin intención una de las palabras y destruyera la mitad de la Academia por accidente.

Ahora solo podía estar feliz de que nunca hubiera tenido la oportunidad de leer cuando niña. Mi analfabetismo sin duda alguna me había salvado muchas veces la vida.

—A medianoche cortaron este enorme pastel, y el rey dio un discurso sobre su hijo —Córalie estaba parloteando sobre la noche anterior—, y luego Lucas dio un discurso agradeciendo a todos, y después de eso desapareció.

Me lanzó una mirada emocionada e intrigada, como si esperara que me lanzara a especular con ella. Nada de eso estaba ayudándome en mi misión actual de no pensar sobre Lucas. O mirarlo. O hablar con él. O hablar sobre él.

Me quedé callada.

—Entonces, ¿a dónde piensas que fue? —Córalie esperó con paciencia, pero cuando seguí sin decir nada, se apresuró a continuar—. Oí a Natalya hablar con Lavinia, y no estaba feliz. Lucas no bailó con ninguna de nosotros, las de la Academia, excepto con Dariela, y creo que Natalya estaba convencida que solo estaba esperando a que pasara la medianoche para pedírselo. Debiste haber escuchado las cosas hirientes que dijo sobre la pobre Dariela.

No pude evitar darle un rápido vistazo a su mesa. Dariela lucía totalmente despreocupada —como siempre lo hacía—, y una paz amigable parecía existir entre todos ellos.

—No sé si describiría a Dariela como pobre —dije—. ¿No son todos los Ellington excesivamente ricos? Además, es alta, hermosa y más que brillante. Apuesto que terminará siendo jefa de cualquier disciplina que termine escogiendo.

Córalie se encogió de hombros.

—La mayoría de ellos son ricos, pero todos tienen algunos primos pobres por algún lado. Aunque tienes razón sobre Dariela ella no es ninguna prima pobre —Sonrió—. Y eso es lo que lo hace tan estupendo. Natalya no quiere enemistarse con ella, pero Dariela es por mucho su más grande competencia. Creo que es por eso que es particularmente desagradable contigo, eres su única salida segura.

Puse los ojos en blanco.

—Estoy bastante segura que yo sola inspiro toda esa maldad. Soy una común, ¿recuerdas? Además de también ser completamente inútil e incapaz de componer una…

Mis palabras vacilaron cuando de repente recordé que eso ya no era cierto. Una pequeña chispa de mi anterior euforia luchó por abrirse paso entre mi agotamiento.

Córalie me miró.

—Espera —susurró, inclinándose hacia adelante—. ¿Por qué esa mirada? —Sus ojos se ampliaron—. Dijiste que estuviste con Walden todo el día… ¡No me digas que lo hiciste!

Me mordí el labio cuando vacilé por un momento, antes de que las palabras salieran de mi boca apresuradas y en un susurro.

—Sí, lo hice. Ya puedo componer verbalmente. ¡En verdad lo hice!

—¡Eeeeeeh! —Córalie bajó la voz, luciendo culpable cuando la fulminé con la mirada.

Algunos de los otros aprendices se volvieron a vernos con ociosa curiosidad, pero una mirada me penetró. Los ojos de Lucas eran sagaces, y su expresión evaluativa. Aparté la mirada rápidamente, negando mi cabeza ante Córalie.

—Por favor no le digas nada a nadie. Aun no estoy lista para compartirlo, quiero trabajar en mi control antes de que me empiecen a pedir demostraciones —Arrugué la nariz ante esa idea.

—¿Demostraciones?

Le informé a mi amiga sobre los sucesos de la noche anterior antes de que el balcón colapsara.

—¡Oh, vaya! ¿Ambos generales y la reina y la princesa Lucienne? Me alegra que para entonces ya me había marchado, sino habría estado temblando en mis zapatillas.

—Gracias.

—Ah —Sonrió—. Por supuesto que en realidad quiero decir que habría estado parada con lealtad a tu lado, siendo la viva imagen de la dignidad, fortaleza y apoyo.

Sacudí la cabeza, sonriendo y me terminé el resto de comida que había en mi plato.

—Solo no puedo creer lo cansada que estoy ahora. Un día componiendo y siento como si pudiera dormir por una semana.

—¿Un día? ¿Qué quieres decir? —Córalie tomó varios bocados más grandes, apresurándose para terminar su plato.

Le describí mi día de ejercicios.

—Espera, ¿qué? —Su voz sonaba sofocada por el bocado de comida. Hizo una pausa para masticar con rapidez y tragó—. Lo descubriste justo después del desayuno, ¿y luego estuviste entrenando todo el día?

Asentí, frunciendo el ceño mientras la miraba confundida.

—¿Sí? ¿Y qué?

—¡¿Y qué?! Elena, componer es agotador. Es una de las razones por la que tenemos que pasar tanto tiempo en la Academia entrenando, tenemos que aumentar nuestra resistencia al igual que nuestra habilidad y control. ¿Por qué crees que a los magos les desagrada desperdiciar sus reservas de composiciones? Desde luego nuestro esfuerzo sucede cuando las componemos no cuando las usamos, pero aun así… Es increíblemente agotador. ¿No recuerdas como estaba yo cuando recién comenzamos a componer de verdad en clase?

Negué con la cabeza.

—Estaba con Jocasta, ¿recuerdas? Lo estuve por semanas —Consideré lo que dijo—. Y eso pasó justo luego de que llegara, no tenía ninguna referencia anterior para compararlo. Supongo que en general todos parecían cansados, pero no recuerdo nada en particular.

—Elena —Córalie bajó aún más la voz—, Lucas es por mucho el más adelantado de nuestro año en composición, aunque Dariela lo está alcanzando rápido. Estoy bastante segura que ha tenido tutorías privadas desde que cumplió dieciséis; normalmente es algo mal visto, incluso para aquellos estudiantes que cumplieron dieciséis mucho después de la admisión de otoño, pero supongo que las reglas no se aplican a la realeza. Aun así, no puede pasar todo un día componiendo sin parar y seguir caminando luego de eso, mucho menos tener una conversación coherente.

Me moví inquieta en mi asiento.

—Supongo que las composiciones verbales funcionan de manera diferente.

—Quizás… —La forma en que Córalie me miraba con los ojos muy abiertos me ponía nerviosa.

—No lo haré —dijo Córalie dándome una breve sonrisa—. Pero no puedo esperar para que se los muestres a los demás.

Y tenía que admitir que esa idea ocupó algo de espacio en mi mente mientras por fin me metía en la cama. Al menos hasta que mi cabeza tocó la almohada y el sueño me reclamó de inmediato.

Me perdí la campana del desayuno y también me habría perdido la clase de combate si Córalie no hubiera llamado a mi puerta sin detenerse, hasta que salí de la cama y a trompicones abrí la puerta para dejarla entrar.

—¡Elena! ¡Ni siquiera estás vestida!

Su mirada horrorizada me incitó a moverme y pronto tuve mi ropa y túnica puesta, y estuve corriendo hacia nuestro patio de entrenamiento habitual. Había pasado mucho tiempo desde que me perdía el desayuno, pero sin duda alguna había valido la pena el descanso extra. Me sentía rejuvenecida y viva, todo en mi interior zumbaba por intentar componer de nuevo.

Estaba tan llena de energía que de hecho logré derribar por completo a Finnian con mi bastón. Thornton, que había estado pasando junto a nosotros en ese momento, en realidad se detuvo con una expresión adolorida en su cara.

—Bien hecho —logró decir antes de seguir caminando con prisa.

Me reí entre dientes mientras ayudaba a Finnian a levantarse.

—¿Viste cuánto le dolió decir eso?

Finnian se frotó su trasero y sacudió la cabeza.

—Alguien está de buen humor hoy.

Incluso permanecer sentada durante la clase de composición fue menos doloroso a lo usual, y me ofrecí a contestar no una sino tres preguntas, lo cual puso de mal humor a Redmond. Escuché atentamente todo lo que decía, considerando como podría aplicarlo a mi propia habilidad. Aunque no es como si planeara practicar algo aquí durante la clase con él. Pero ya tenía ideas de que intentar luego con Walden.

Solo los ojos entrecerrados del príncipe —que a menudo estaban fijos en mí— logró deprimir un poco mi buen humor. ¿Qué sucedía dentro de su cabeza? ¿Le habría dicho a alguien del palacio sobre mi composición? ¿Y sospecharía que por fin logré desbloquear mi habilidad?

No obstante, tan pronto la clase terminó, lo saqué de mi mente y me apresuré a ir a la biblioteca. Córalie me susurró ánimos mientras salía. Había querido venir conmigo para ver mis composiciones en acción, pero había logrado convencerla de esperar hasta que tuviera las cosas bajo un mejor control.

Más tarde, durante la cena hizo una mueca compasiva en respuesta a mi nuevo aire abatido.

—¿No salió bien?

Analicé su pregunta.

—No, sí salió bien.

Cuando me miró con incredulidad, suspiré.

—Solo estoy siendo una idiota. Esperaba mejorar más rápido, pero sé que necesito ponerme a trabajar. Estoy segura que lo lograré —Estaba intentando convencerme tanto como intentaba convencerla a ella.

Córalie solo sacudió su cabeza y regresó a su comida.

—Solo piensas eso porque no sabes cómo normalmente funciona estas cosas. Ya estás haciendo progresos increíbles, Elena. En serio. Increíbles.

Walden aún no había mencionado mi evidente resistencia, por lo que sospechaba que Córalie había estado exagerando con eso, pero sabía que tenía razón sobre mi progreso. Luego de una estación y media sin ningún progreso, ahora estaba volando. Solo necesitaba tener un poco más de paciencia.

Aunque era difícil tener paciencia cuando quería poder por fin alcanzar a mis otros compañeros. No podía esperar para revelar mi nueva habilidad en clase.

Sin embargo, a medida que más días pasaron me di cuenta de que incluso con la dedicada ayuda de Walden, iba a tomar semanas antes de que llegara a ese punto. De hecho, dudaba que sucediera antes de la primavera.

Así que mantuve mis progresos para mí misma.

Pero estaba progresando. Ahora ya tenía menos fallos, mientras lentamente adquiría el truco de visualizar las imágenes con la velocidad y detalle adecuados que me permitían poder decirlas. Incluso podía completar obras bastante largas y detalladas.

Aunque, desde luego, necesitaba haberlas memorizado antes, eso sí al menos no quería terminar confundiéndome y omitiendo algo importante. Así que gran parte de mi tiempo fue a la memorización de las palabras que necesitaría.

Solo que con todo el tiempo que pasaba practicando, a duras penas podía pensar sin que las palabras aparecieran en mi visión mental. Por lo tanto, pasé aún más tiempo suprimiendo las palabras cuando no estaba componiendo, para que no aparecieran en momentos peligrosos y sin planearlo.

Aquel riesgo era la mayor preocupación de Walden, y me mantuvo entrenando a un ritmo lento hasta que estuve segura que no desencadenaría por accidente algún poder incontrolado fuera de su oficina.

Ya nunca me quedaba merodeando por la biblioteca principal, siempre me apresuraba a ir directamente a su puerta. Pero un día, cuando salía, Jocasta me detuvo.

—No te he visto por aquí hace tiempo —Me frunció el ceño.

La miré sin comprender.

—¿A qué te refieres? Vengo aquí todos los días.

—No, me refiero aquí, en la biblioteca.

—Ah —Miré alrededor buscando alguna clase de escape, no quería tener esta conversación—. Bueno, supongo que es porque aún no tengo alguna clase aquí, y…

Jocasta sólo me miró.

—Aunque en verdad aprecié tu ayuda. Todas las lecturas que me diste… —Llevaba un tiempo preguntándome si se sentía ofendida porque hubiera abandonado su tutelaje en favor de trabajar con Walden. Por otro lado, a ella nunca pareció gustarle la tarea.

Cambie mi peso de un pie a otro, sintiéndome incómoda.

Jocasta suspiró.

—Es tu vida, Elena. Supongo que solo estoy algo sorprendida.

La miré fijamente.

—Cuando comencé a enseñarte, estabas tan emocionada por aprender. Algo sobre descubrir misterios. Incluso una vez te oí murmurar para ti que las palabras te llamaban.

Logré sonreír débilmente, avergonzada de que hubiera escuchado eso. Solía pensar que las palabras llamaban a todos, pero ahora me pregunto si en realidad era mi habilidad reprimida la que creó ese efecto.

Jocasta se encogió de hombros.

—Ahora pareces estar progresando bastante, pero supongo…

Fruncí el ceño. Ninguno de los otros instructores mencionó algo, así que no estaba segura si Walden había estado actualizando a alguno de ellos. Sabía que quería ponerme al día antes de correr la voz, aunque supongo que no era sorprendente que la asistente del director de la biblioteca supiera lo que estaba sucediendo en su propia biblioteca.

—Supongo que creí que tenías un interés mayor en leer que en solo desbloquear tu poder —terminó la frase. Cuando solo permanecí allí parada, hizo un gesto hacia las estanterías tras ella—. Te di los libros de composición porque sabía que necesitabas ponerte al día con la clase, pero esta biblioteca tiene mucho más que eso. Y siempre está abierta a los estudiantes.

Me mordí el interior de mi mejilla sin poder mirarla a los ojos. Tenía razón. Me había obsesionado con controlar mi poder y con alcanzar a mis compañeros, tanto que había olvidado aquella antigua emoción de poder descubrir todos los secretos de este vasto lugar.

—La campana para cenar ya sonó —dije, murmurando una breve despedida, luego salí volando de la habitación. Jocasta siempre había sido impaciente conmigo, así que no necesitaba dejar que su mala opinión me afectara tanto ahora.

Debía estar más que acostumbrada a ello. Con la excepción de Walden, Córalie, Finnian y seguramente Azafrán, todos aquí tenían opiniones muy bajas sobre mí. Bueno, quizás no Damon o Acacia, pero los veía tan poco que apenas contaba.

No obstante, su expresión decepcionada seguía turbándome, quizás fue por eso que no noté ninguna señal de advertencia antes de que algo fuerte me golpeara en la parte de atrás de la cabeza, haciendo que cayera en el suelo del pasillo.

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