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Primas cupcake capítulo 2

Publicado el 3 de enero del 2024

Capítulo dos 


¡Que empiecen las vacaciones!


Poco tiempo después se escuchó el grito que Willow había estado esperando.

—¡Atención, todos! —dijo su papá—. Esta es la salida hacia Pinos susurrantes.

Para cuando el carro terminó de dar la curva, Willow estaba demasiado emocionada por sus vacaciones para seguir molesta. Apretó con anticipación la rodilla de Dulce William y bajó su ventana para inhalar el viento de agosto.

—No aplastes mis grillos —dijo su hermanito, riéndose entre dientes y apartando su mano del bolsillo de sus shorts—. Ellos también están de vacaciones.

El papá de Willow tocó la bocina mientras el auto se sacudía en el largo camino bordeado de árboles. Un olor a polvo llenó el aire, proveniente de la grava al ser aplastada bajo las ruedas. Willow se corrió hasta el borde del asiento, inclinándose entre los cabezales de sus padres para poder ver mejor la casa de tres pisos que aparecía entre los gruesos pinos.

Amaba ese momento, la forma en que la pedregosa entrada se extendía frente a ellos como una promesa. Siempre eran estos segundos —justo cuando la alta casa victoriana blanca aparecía frente a ellos, con el agua azul del lago Michigan extendiéndose tras ella— los que Willow repetía en su mente una y otra vez, como una película, a lo largo del año escolar.

Apretó su centavo y deseó poder quedarse para siempre.

—Aggie llegó —Se escuchó el grito de su abuela desde el pórtico. Y Willow pudo ver a su abuela saludando hacia el auto, sus dos manos estaban cubiertas con brillantes guantes verdes de jardinería.

Violet abrió rápidamente su puerta, y las chicas salieron del auto antes de que su padre hubiera apagado el motor. Su mamá también ya se había desabrochado el cinturón, y estaba corriendo por el patio hacia sus dos hermanas chillonas, la tía Rosie y la tía Deenie. Solo su abuelo las llamaba a las tres por sus nombres reales, Agaphanthus, Rosa, y Gardenia.

—Con cualquier otro nombre —solía decir—, mis tres flores no olerían ni la mitad de dulce.

¡Pum!

Willow sonrió ante el familiar golpe de la puerta mosquitera en el costado de la casa. Sonaba como una pistola de juguete anunciando el comienzo de una carrera. Finalmente, la mejor parte de las vacaciones de verano comenzaba.

Dulce William comenzó a abrirse paso entre la multitud de familiares hacia el abuelo y la abuela, cuyos sombreros de paja los hacían fáciles de encontrar. La ala ancha y flexible del sombrero de la abuela estaba decorada con girasoles.

Bernice seguía de cerca los pasos de Dulce William, y Willow pudo escuchar a su hermano quejarse ruidosamente sobre el montón de piernas que bloqueaban su camino. Willow también se vio arrastrada dentro de aquel caos amistoso, abriéndose paso a través de docenas de parientes quienes estaban ocupados besando mejillas y dando palmaditas en la espalda. Algunas caras eran desconocidas.

—Dulce William —dijo la abuela abrazándolo—, quiero que conozcas algunos miembros de la familia del novio.

Willow pasó junto a ellos, decidiendo regresar más tarde para presentarse. Porque justo en ese momento, solo había una persona que quería encontrar más que a nadie en el mundo.

¿Dónde estaba Delia?

Willow primero escuchó el grito.

—¡Willooooow!

Luego vio un destello de trenzas negras y brazos morenos justo antes de sentir el impacto.

—¡Delia! —dijo Willow tosiendo—. Estoy tan feliz… —Y eso fue todo lo que pudo decir antes de que ambas cayeran al césped, ahogándose de la risa y sacudiéndose como un par de truchas arcoíris. Bernice corrió hacia ellas y comenzó a ladrar, corriendo en círculos alrededor de las dos, lamiendo la cara de Delia cada vez que veía una oportunidad.

Ilustración por Brooke Boynton Hughes

—¿Ves con lo que tengo que vivir? —se quejó Violet, quien ya se había juntado con la hermana de séptimo grado de Delia, Darlene—. Es como si tuviéramos dos niños de cinco años en la familia en vez de uno solo.

Dulce William pasó junto a ellas, luciendo inseguro de si debía sentirse insultado o no.

—Hay una razón —dijo Darlene, bajando levemente sus gafas por el puente de su nariz— de por qué ustedes son las niñas de las flores y nosotras las jóvenes damas de honor.

Willow se levantó, luego extendió una mano hacia Delia para ayudarla a pararse. Envolvieron un brazo alrededor de los hombros de la otra y se dirigieron hacia la casa, con Delia quitándole a Willow del cabello matas de tréboles verde.

—Darlene es tan divertida como la picadura de un mosquito —dijo Delia—. No le hagas caso.

—Violet es igual —concordó Willow, mirando por encima del hombro a sus hermanas—. Como si ella fuera tan madura y yo solo una pequeña peste o algo así.

—Luego de esta semana no nos trataran como bebes —dijo Delia—. Una vez nos deshagamos del trabajo de las niñas de las flores y hagamos algo mejor, Darlene y Violet estarán muy celosas.

—Y tenemos algo de la buena suerte para hacer que pase —Willow sonrió, sacando el centavo de trigo de su bolsillo—. Es incluso más poderoso que un centavo de la suerte normal.

Delia estaba besando el centavo de trigo cuando la tía Rosie apareció.

—¿Cómo están mis queridas niñas de las flores? —chilló—. Estoy tan emocionada por verlas con esos vestidos rosa. ¿No les encanta?

Delia le dio un codazo a Willow.

Willow se lo devolvió.

Delia tiró de sus dos trenzas, y luego comenzó a mordisquear la punta de una de ellas, dejando que Willow rompiera el incómodo silencio.

Willow no estaba segura por dónde empezar. Durante el mes pasado, ella y Delia habían estado buscando maneras de deshacerse del trabajo de niñas de las flores. Habían intentado tomar el lugar de pajecito de Dulce William, pero él había escondido la lujosa almohada y no les dijo dónde estaba. Incluso habían aprendido por sí solas como tocar una sentimental canción de boda con Willow en el violín y Delia en la flauta. Pero no había sonado muy bien.

Finalmente, Willow y Delia decidieron que, si la tía Rosie sabía lo increíbles que eran en la cocina, les rogaría que cambiaran esos feos vestidos rosa por delantales blancos.

—Solo necesita probar nuestra comida. Solo una pequeña tarta de limón —Habían conspirado las primas—, entonces se dará cuenta de que todo nuestro talento se está desperdiciando.

Pero aquí estaba la tía Rosie, parada frente a ellas, esperando una respuesta. Y Willow se había quedado muda.

—Los vestidos son realmente… algo… —comenzó Willow.

Quería ser honesta, pero sabía que no podía decir que tan feos eran realmente sin lastimar los sentimientos de la tía Rosie. Primero estaba esa pequeña solapa de tela en el cuello, el cual su madre llamaba cuello de Peter Pan —Willow nunca entendió porque Peter no quería crecer—. Luego estaban esas enormes rosas rosa cosidas alrededor de la cintura, sin mencionar esos grandes moños de seda. ¡Willow y Delia lucirían como gatitas en vez de como niñas!

Willow vio la entusiasta expresión de su tía y lo intentó nuevamente.

—Sabes, tía Rosie, Delia y yo tenemos casi diez años… Delia ya tiene nueve y diez doceavos, lo cual realmente es cinco sextos…

La tía Rosie inclinó la cabeza hacia un lado, luciendo algo desconcertada.

—Continua —dijo.

Willow se sintió atrapada.

—Somos muy…

¿Cómo podía decirle a la tía Rosie que ya no eran niñas pequeñas? ¿Cómo podía explicarle que los deberes de las niñas de las flores eran para niños de kínder, para niños de cinco años como Dulce William? No para niñas que prácticamente estaban en secundaria y casi listas para comenzar a conducir un carro.

—Queremos hablarte sobre la boda —dijo finalmente Delia, sacándose la trenza de la boca, y usando su clara y tranquila voz de guardia de cruce escolar. Delia no solo era buena en guiar a los niños seguramente a través del tráfico, sino que también era buena obteniendo la total atención de un adulto—. Willow y yo preferiríamos hacer…

—Cupcake, ¿dónde habías estado? Ya veo, fuiste robada por las niñas de las flores.

El prometido de la tía Rosie, Jonathan Baxter, apareció repentinamente sonriéndoles ampliamente a Delia y Willow con su sonrisa de hoyuelos. Jonathan se las había ganado en la Acción de gracias pasada, luego de que les enseñó como hacer los brötchen, y había sido el único sentado a la mesa que pidió una segunda porción de su cheesecake de calabaza, gentilmente pasando por alto como habían omitido el queso crema.

—Es bueno verte, tío Jonathan —dijo Willow con una vivaz sonrisa.

Ilustración por Brooke Boynton Hughes

—Aún no es tío —corrigió Delia—. Técnicamente aún faltan cinco días más.

—Cuatro días, veintidós horas, y treintaiuno minutos —dijo Jonathan con una tímida sonrisa. Willow se dio cuenta de que su sonrisa era ligeramente torcida, y decidió que ese era otro atributo que le gustaba de Jonathan—. Ahora, si nos disculpan, señoritas, parece que necesitan a mi hermosa prometida en el pórtico para un brindis.

Antes de que se alejaran Jonathan añadió:

—Espero que trajeran sus libros de recetas. ¡Quiero comer más tartas!

La tía Rosie le dio a cada una un beso en la mejilla.

—¿Aún juegan en la cocina, niñas? —preguntó—. Ambas tienen tantas actividades e intereses. ¡Simplemente es adorable!

Y luego de eso la tía Rosie y Jonathan se marcharon, sus cabezas oscilando entre la multitud de parientes dirigiéndose fluidamente hacia el pórtico y alrededor de la casa, donde tenían una despejada vista del lago Michigan.

—¿Jugar? —preguntó Delia, con sus ojos fijos en ellos.

—¿Adorable? —repitió Willow—. Ella piensa que aún tenemos cinco años, ¿verdad?

—Todos piensan que aún tenemos cinco años.

Permanecieron paradas en silencio bajo la sombra azul del viejo roble, esperando y observando hasta que el último pariente —¿o era un amigo de la familia?, Willow no estaba segura— bajó los escalones del pórtico y desapareció alrededor de la casa.

—Menos mal íbamos a hablar de cupcakes —dijo Delia, con los hombros caídos—, o de galletas, o de cheesecakes. Ella no tiene idea de lo que podemos hacer para su boda.

—No te preocupes —dijo Willow, corriendo hacia su auto estacionado y agarrando del asiento trasero su maletín de lunares—. Aún hay bastante tiempo para mostrarle a la tía Rosie lo asombrosas que somos.

Willow no solo había venido a Pinos susurrantes armada con su cuaderno lleno de ideas para postres, sino que también había empacado los pasabocas favoritos de la tía Rosie. Levantó la solapa de su maletín y le mostró a Delia los Mentos, los dulces Good & Plenty, y los lujosos malvaviscos que estaban guardados.

—¡Vamos a ir directamente por su estómago! —aclamó Delia, colocando nuevamente su brazo sobre los hombros de Willow—. Comenzaremos con sus favoritos.

Willow también colocó su brazo alrededor de los hombros de su prima, y cruzaron marchando el amplio patio dirigiéndose hacia la cocina.

—Y cuando ella pruebe lo que podemos hacer aquí, va a estar sorprendida. ¡Apuesto que salvaremos su boda!

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